Los clavos, tanto en la vida cotidiana como en el ocultismo, tienen un fuerte simbolismo. El invento del clavo data de más de 2000 años, en el imperio romano irrumpió y fue decisivo para la mejora en las construcciones, ya que las tablas de madera podían sostenerse de mejor forma por la unión mediante clavos.
Los clavos más antiguos eran de bronce, mientras que en épocas posteriores los de mayor tamaño se hacían de hierro. Se han hallado clavos decorativos hechos de bronce recubierto de oro batido, que datan de los años 1300-1200 a.C.
En la antigüedad, simbólicamente señalaban el fin de un acontecimiento y el inicio de otro, augurando fortuna y provecho para la nueva etapa. Se usaban con el deseo de evitar males y, por ello, se hincaban clavos en los cimientos de las casas para alejar los malos espíritus, o se clavaban en las tumbas para ahuyentar los demonios que pudiesen habitar en las tinieblas. Asimismo, los clavos se usaban como expiación de los malos actos realizados, de ahí el sacrificio expiatorio de los romanos. Los clavos antiguos eran muy similares a los clavos de mayor tamaño que se usan en la actualidad, aunque tenían un cuerpo de cuatro caras y una punta larga.
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